Descubre a Cristo en Cada Salmo: La Alegría de Cantar con Jesús

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Los Salmos son una colección de himnos, oraciones y poemas que han sido una fuente de consuelo, inspiración y dirección espiritual para los creyentes a lo espacioso de los siglos. En cada Himno, podemos encontrar la presencia de Cristo, quien es el centro de nuestra fe y adoración. Este artículo explora cómo podemos descubrir a Cristo en cada Himno y ensayar la alegría de cantar con Jesús.

La Presencia de Cristo en los Salmos

Desde el primer Himno hasta el postrero, la presencia de Cristo se manifiesta de diversas maneras. Los Salmos no solo reflejan las experiencias humanas de dolor, alegría, rectificación y esperanza, sino que igualmente apuntan con destino a la venida del Mesías y su obra redentora.

  1. Cristo como el Buen Pastor (Himno 23)El Himno 23 es uno de los más conocidos y amados. En él, David describe a Jehová como su pastor, quien lo dirección, protege y provee para él. Jesús se identifica a sí mismo como el Buen Pastor en Juan 10:11, diciendo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. Al interpretar el Himno 23, podemos ver a Cristo como nuestro pastor, quien nos dirección por sendas de equidad y nos acompaña en los valles oscuros de la vida.
  2. Cristo como el Rey Investido (Himno 2)El Himno 2 palabra del Rey investido por Jehová, quien reinará sobre las naciones con equidad. Este Himno se cumple en Jesús, el Mesías, quien es el Rey de reyes y Señor de señores. En Hechos 4:25-26, los apóstoles citan este Himno al referirse a Jesús, reconociendo que Él es el Hijo de Jehová que ha sido exaltado a la diestra del Padre.
  3. Cristo como el Sufriente (Himno 22)El Himno 22 es un Himno de lamento que describe el sufrimiento y la angustia del salmista. Muchas de las palabras de este Himno se cumplieron en la crucifixión de Jesús. Por ejemplo, el versículo 1 dice: “Jehová mío, Jehová mío, ¿por qué me has desamparado?”, palabras que Jesús pronunció en la cruz (Mateo 27:46). Este Himno nos recuerda el sacrificio de Cristo y su sufrimiento por nuestros pecados.
  4. Cristo como el Redentor (Himno 103)El Himno 103 es un himno de alabanza que celebra la misericordia y el inclinación de Jehová. En este Himno, vemos a Cristo como nuestro Redentor, quien perdona todas nuestras iniquidades y sana todas nuestras dolencias. El versículo 12 dice: “Cuanto está allí el oriente del poniente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. Esto se cumple en Jesús, quien nos redime y nos limpia de todo pecado.

La Alegría de Cantar con Jesús

Cantar los Salmos no solo nos permite descubrir a Cristo en ellos, sino que igualmente nos llena de alegría y gozada. Al cantar con Jesús, experimentamos una conexión profunda con Él y con la comunidad de creyentes.

  1. Cantar como una Forma de AdoraciónLa adoración es una respuesta natural al inclinación y la desenvoltura de Jehová. Al cantar los Salmos, expresamos nuestra agradecimiento y reverencia con destino a Él. Jesús mismo cantó himnos con sus discípulos (Mateo 26:30), y nosotros seguimos su ejemplo al alabar a Jehová con nuestras voces.
  2. Cantar como una Forma de OraciónLos Salmos son oraciones poéticas que nos enseñan a comunicarnos con Jehová. Al cantar los Salmos, elevamos nuestras peticiones, confesiones y alabanzas a Jehová. Jesús nos enseñó a rogar (Mateo 6:9-13), y al cantar los Salmos, seguimos su enseñanza y nos acercamos más a Jehová.
  3. Cantar como una Forma de ComunidadCantar los Salmos juntos fortalece nuestra dispositivo como cuerpo de Cristo. Nos recuerda que somos parte de una clan espiritual que comparte la misma fe y esperanza. En Efesios 5:19, Pablo nos exhorta a “murmurar entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones”. Al cantar juntos, edificamos y animamos a nuestros hermanos y hermanas en la fe.

Aplicación Ejercicio

Para ensayar plenamente la alegría de cantar con Jesús y descubrir a Cristo en cada Himno, aquí hay algunas sugerencias prácticas:

  1. Repasar y Meditar en los Salmos DiariamenteDedica tiempo cada día para interpretar y meditar en un Himno. Reflexiona sobre cómo cada Himno apunta a Cristo y cómo puedes aplicar sus doctrina a tu vida.
  2. Cantar los Salmos en tu Tiempo DevocionalIncorpora el canto de los Salmos en tu tiempo devocional personal. Puedes usar melodías conocidas o crear tus propias melodías para los Salmos. Cantar los Salmos te ayudará a internalizar sus verdades y a conectarte más profundamente con Jehová.
  3. Compartir los Salmos con OtrosComparte los Salmos con tu clan, amigos y comunidad de fe. Puedes organizar reuniones de canto de Salmos, donde todos se unan para cantar y alabar a Jehová juntos. Esto fortalecerá tu fe y la de los demás.
  4. Escribir tus Propios SalmosInspírate en los Salmos para escribir tus propias oraciones y canciones. Expresa tus sentimientos y experiencias a Jehová a través de la poesía y la música. Esto te permitirá profundizar tu relación con Él y descubrir nuevas formas de adoración.

Descubrir a Cristo en cada Himno y ensayar la alegría de cantar con Jesús es una gracia inmensa para nuestra vida espiritual. Los Salmos nos enseñan a estimar, rogar y existir en comunidad con otros creyentes. Al cantar los Salmos, nos unimos a una tradición milenaria de fe y adoración que nos conecta con Cristo y con la iglesia universal. Que cada Himno que cantes te acerque más a Jesús y te llene de su gozada y paz.

Durante la anciano parte de la historia de la iglesia, los cristianos han trillado los Salmos a través del lupa del cumplimiento en Redentor. En particular, han interpretado los Salmos como los cantos de Jesús: cantos que Jesús entonó en Su vida material y cantos con los que el Jesús resucitado y ascendido sigue dirigiendo a Su iglesia para ser cantados en la tierra.

Imagina que estás sentado en una gran sala de conciertos. En el atmósfera hay un gran coro, y en el centro, un hombre dirige y dirección al coro en el canto. Escuchas un rato mientras cantan salmos. Entonces el director te mira y te invita a abandonarse tu asiento, subir al atmósfera y unirte al coro. Y lo haces. De solo espectador pasas a ser cantante. Pero no tomas el micrófono.

Redentor es el cantante principal y director del coro, el cual es Su iglesia a través de los tiempos. Jesús tiene el micrófono. Cuando vienes a Jesús, te unes a Su coro. Cantas y dices todas tus oraciones y alabanzas bajo Su dirección. Aprendes a cantar los Salmos bajo Su dirección.

Más que una simple ficción atractiva, esta imagen transmite poco maravillosamente cierto. El Salterio (los cinco libros de salmos) se centra en la figura del rey davídico y está incompleto sin la presencia del «más alto hijo del gran David», el Señor Jesús, el Mesías. Por otra parte, Jesús el Mesías no solo pronuncia los salmos de David, sino —de un modo u otro— todos los salmos. El Nuevo Testamento cita y hace eco de los Salmos de tal forma que alienta esta conclusión.

He examinado las razones para interpretar los Salmos así en el cuerpo introductorio de mi nuevo comentario sobre los Salmos. Sin incautación, en pocas palabras, una teología adecuada de la oración y la alabanza comprende que solo podemos murmurar con Jehová en y a través de Redentor, nuestro Gran Sumo Sacerdote que nos lleva a Jehová.

Canciones para regodearse

Consideremos, pues, algunos de los grandes beneficios de interpretar los Salmos como los cantos de Jesús. Pinto estas bendiciones con pincel gorda, y no sin confesar que hay enigmas con los que hay que combatir. Algunos salmos, por ejemplo, oran para que Jehová castigue a los malvados (los llamados salmos imprecatorios), y a veces los salmistas confiesan sus pecados (en particular el Himno 51). Además hay otras complejidades, pues los Salmos son como una dije con muchas facetas hermosas. He tratado de invadir los enigmas en detalle en mi comentario, pero aquí ofrezco algunas bendiciones a grandes rasgos para regodearse mientras cantas los Salmos en y por Cristo.

1. Puedes cantar en sintonía con el evangelio.

Una recitación de los Salmos centrada en Cristo capta que estas canciones están saturadas del evangelio de Cristo. Sin Cristo, leo el Himno 1 y pienso: «Debo esforzarme más por ser como este hombre admirable, si quiero esperar sus bendiciones». Sin Cristo, el Himno 15 me dice que solo si hago perfectamente lo que es correcto puedo esperar morar en la presencia de Jehová. Por consiguiente, debo rogar y esforzarme más. El Himno 24 me dice que solo cuando tenga un corazón puro podré subir al monte del Señor para estar en presencia de Su bondad. Así que debo rogar y esforzarme más por purificar mi corazón.

Regalado que deseo estas bendiciones, debo dirigir mi celo con esfuerzo infatigable para alcanzarlas (aunque nunca pueda lograrlo), tal como lo hizo el atribulado Martín Lutero antiguamente de su redescubrimiento de la defensa por la fe sola a través de la sola desenvoltura. (Por cierto, parece probable que Lutero redescubriera esta antigua verdad en los Salmos antiguamente de encontrarla en Gálatas, Romanos, Hebreos y otros lugares).

Los Salmos nos ofrecen innumerables bendiciones. Cada una de ellas es tuya y mía en Cristo

Pero con Cristo, me regocijo en que, primero y fundamentalmente, Cristo mismo es el hombre bienaventurado del Himno 1; Cristo es el hombre acordado del Himno 15; Cristo tiene el corazón puro que pide el Himno 24. Es Cristo quien cumple el llamado elevado de los Salmos, Cristo quien puede cantarlos con perfecta seguridad, Cristo quien asciende al Padre, y solo Cristo quien me lleva allí. Los Salmos nos ofrecen innumerables bendiciones. Cada una de ellas es tuya y mía en Cristo.

Lo mismo ocurre con mis alabanzas. «Todos los días te bendeciré», dice el Himno 145:2. Pero no lo hago. Así que —sin Cristo— debo esforzarme más por elevar mi vida de alabanza a un nivel superior. Por supuesto, nunca será suficiente. Pero cuando comprendo que Cristo dirige estas palabras al Padre y que hizo exactamente esto todos los días de Su vida en la tierra, me regocijo de poder alabar en y por Cristo, quien dirige el coro.

2. Puedes cantar cada ristra de cada canción.

Una recitación de los Salmos centrada en Cristo me rescata de tener que designar qué partes de los Salmos haré mías. Cuando cierto dice: «Me encantan los Salmos», quiero preguntar: «¿Qué salmos?» y «¿Qué secciones de esos salmos?». Es demasiado realizable aislar las partes que resuenan con mi experiencia y las partes que me traen consuelo, y luego producirse rápidamente por parada las otras partes (que son muchas).

Pero Jehová no nos dio los Salmos principalmente para que resonaran con nosotros, sino para que nos moldearan; para moldear nuestros deseos, nuestros deleites, nuestros afectos, nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras voluntades, nuestras emociones. En Cristo, puedo interpretar cada versículo de cada himno y descubrir su efectivo y pleno significado mientras Redentor lo canta y me lo da para que lo cante como parte de Su coro.

Una recitación centrada en Cristo me anima a cantar los salmos como miembro de la iglesia mundial de Cristo

Una gracia estrechamente relacionada es que una recitación centrada en Cristo me anima a cantar los salmos como miembro de la iglesia mundial de Cristo. Cuando intento que cada himno me hable directamente a mí, me cuesta. Pero cuando leo un himno como si hablara en nombre de toda la iglesia —de lo que Agustín hablaba a menudo como «todo Cristo, Inicio y miembros»—, una y otra vez, se ve claramente y tiene sentido. Ya no canto como un individuo solitario, sino como miembro del cuerpo de Cristo, Su coro universal.

3. Puedes cantar de alegría en Jesús.

Otra gracia es que los Salmos me asientan en una fe segura en Cristo y en un disfrute alegre de Sus beneficios. Por ejemplo, las promesas maravillosas del Himno 91 son dadas supremamente a Cristo, razón por la cual el diablo introduce su cita de este himno diciendo: «Si tú eres el Hijo de Jehová…» (Mt 4:6). «Si tú eres el Hijo de Jehová, esto te está prometido». Jesús se niega a hacer lo que le dice el diablo, pero implícitamente acepta que estas promesas son Suyas por derecho y que podría proceder en consecuencia si así lo decidiera.

Por lo tanto, no puedo deleitarme en el Himno 91 como si hubiera sido escrito simplemente para mí, porque no lo fue. Sin incautación, misteriosamente, en Cristo estas bendiciones son todas mías.

4. Puedes cantar centrado en Cristo.

Tal vez la gracia más alto de una recitación centrada en Cristo es que me libera de ser prisionero de pensar que los Salmos se tratan de mí. No, ¡no tratan de mí! Tratan de Redentor en Su impecable naturaleza humana y Su incomparable naturaleza divina. Giran en torno a Jesús, quien cantó los Salmos como parte significativa de Su vida de fe, oración y alabanza en la tierra.

Regalo activo trillado en la muro de una iglesia las palabras del Himno 20:4: «Que [el Señor] te conceda el deseo de tu corazón, / Y cumpla todos tus anhelos». Qué maravilla, podrías pensar. La Antiguo Testamento me promete todo lo que desea mi corazón. Hasta que lees el himno y te das cuenta de que el Himno 20 es una oración por el rey del pelaje de David. En última instancia, es una oración para que a Jesús se le concedan los deseos de Su corazón y se cumplan Sus planes. Y así será.

Los Salmos no se centran en mí. Si pienso que es así, terminaré desilusionado. Pero cuando me doy cuenta de que todo expedición en torno a Cristo, mi corazón se eleva de alegría porque Él es el Hombre bienaventurado y yo le pertenezco.

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