El crecimiento de la iglesia es una meta importante para muchos cristianos. Pero, ¿es pecaminoso anhelar que nuestra iglesia crezca en número? Algunos podrían pensar que la ambición por tener una iglesia más grande puede ser superficial o incluso egoísta. Sin embargo, es fundamental entender que el crecimiento de una iglesia no debe medirse solo en términos de números, sino también en la profundidad espiritual y en el cumplimiento del mandato de Cristo. En este artículo, analizaremos el verdadero propósito del crecimiento numérico de la iglesia y si es o no un deseo legítimo desde una perspectiva cristiana.
El Mandato de Cristo para Hacer Discípulos: ¿Cuál es el Propósito del Crecimiento de la Iglesia?
El primer aspecto que debemos entender es que el crecimiento de la iglesia está directamente relacionado con el mandato que Jesús dio a sus seguidores. En Mateo 28:19-20, Jesús ordena a sus discípulos: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo«. Este mandato es claro: los cristianos estamos llamados a expandir el reino de Dios y a hacer discípulos. Por lo tanto, el crecimiento numérico de la iglesia no es en sí mismo pecaminoso, sino que debe ser un reflejo del cumplimiento de este mandato divino.
El Crecimiento de la Iglesia como Testimonio del Evangelio
El crecimiento numérico de la iglesia puede verse como un testimonio del poder transformador del Evangelio en la vida de las personas. Si los creyentes están compartiendo el mensaje de salvación y Dios está trabajando en los corazones de las personas, entonces el crecimiento de la iglesia es un fruto natural de ese trabajo. Hechos 2:47 nos muestra cómo, después de la predicación de Pedro, «el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos«. Esto nos recuerda que el crecimiento de la iglesia es obra de Dios y no exclusivamente humana.
Sin embargo, es importante recordar que el crecimiento debe ser espiritual, no solo cuantitativo. En 1 Corintios 3:6-7, Pablo dice: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios«. La clave está en reconocer que Dios es quien da el crecimiento, y nosotros somos simples instrumentos para llevar a cabo Su misión.
¿Es Correcto Desear el Crecimiento Numérico de la Iglesia?
El deseo de ver a nuestra iglesia crecer en número no debe ser necesariamente un pecado, pero como todo deseo, debe ser examinado a la luz de las motivaciones del corazón. En Santiago 4:3, se nos recuerda: «Pedís y no recibís, porque pedís con malos motivos, para gastar en vuestros placeres«. Así, si nuestro deseo de crecimiento numérico está impulsado por la vanidad o el ego, entonces eso puede ser problemático. Pero si buscamos el crecimiento con un corazón sincero, deseando que más personas vengan a conocer a Cristo y crezcan espiritualmente, ese deseo es legítimo y se alinea con la voluntad de Dios.
La Motivación Correcta: Buscar la Gloria de Dios y el Bienestar de las Almas
El corazón detrás del deseo de crecimiento debe ser examinado. Si deseamos que nuestra iglesia crezca para glorificar a Dios y para que más personas sean salvas, entonces estamos siguiendo el propósito divino. El crecimiento numérico se convierte en una herramienta para cumplir la misión de Jesús. Sin embargo, si nuestro deseo está basado en la competencia con otras iglesias o en la búsqueda de reconocimiento personal, ese deseo puede desvirtuarse.
El apóstol Pablo también nos enseña sobre el enfoque correcto en Filipenses 1:15-18. A pesar de que algunos predicaban el Evangelio con motivos incorrectos, Pablo se regocijaba porque, de todas formas, el Evangelio era proclamado. De igual manera, debemos examinar nuestras motivaciones para asegurarnos de que nuestro anhelo de crecimiento esté centrado en el propósito divino.
El Crecimiento Espiritual vs. el Crecimiento Numérico: ¿Cuál Debe Ser Nuestra Prioridad?
Aunque el crecimiento numérico no es pecaminoso, es crucial que no dejemos que el número de personas en nuestra iglesia se convierta en la única medida de éxito. En 2 Pedro 3:18, se nos insta a «crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo«. El crecimiento más importante que debemos fomentar en nuestra iglesia es el crecimiento espiritual.
El Verdadero Éxito Está en la Profundidad Espiritual, no Solo en el Número de Asistentes
Una iglesia puede tener miles de miembros y aún carecer de una profundidad espiritual significativa. Jesús mismo advirtió sobre la importancia de la fidelidad y madurez espiritual más que de la multitud. En Mateo 7:13-14, Él enseña que «ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella«, mientras que el camino a la vida es estrecho. Por lo tanto, no debemos enfocarnos únicamente en atraer más personas, sino también en ayudar a cada miembro a crecer en su relación con Cristo.
El verdadero éxito no se mide por la cantidad de personas que asisten a los servicios, sino por el impacto que la iglesia tiene en la vida de las personas, tanto de los miembros como de los visitantes. Una iglesia que hace discípulos comprometidos y transformados por el poder del Evangelio está cumpliendo su propósito divino.
Mantener el Equilibrio entre Crecimiento Numérico y Discipulado Profundo
El desafío para muchas iglesias es mantener un equilibrio entre el crecimiento numérico y la salud espiritual. Es esencial que, a medida que la iglesia crece en número, también crezca en profundidad espiritual. Esto requiere invertir en programas de discipulado, estudiar la palabra de Dios y fomentar una comunidad cristiana sólida. El crecimiento numérico no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar el propósito más grande de hacer discípulos.
La Iglesia Local como Reflejo del Cuerpo de Cristo
Finalmente, debemos recordar que la iglesia no es un negocio o una organización humana, sino el cuerpo de Cristo. El crecimiento debe reflejar una expansión del reino de Dios y no solo una acumulación de personas. En 1 Corintios 12:27, se nos dice: «Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular«. Cada miembro tiene una función vital dentro de la iglesia, y el crecimiento debe ser sostenible y saludable para edificar a todos los creyentes.
El Crecimiento de la Iglesia Debe Ser Guiado por el Espíritu Santo
El Espíritu Santo es el que guía a la iglesia en su misión y le da el crecimiento. Debemos confiar en que Dios añadirá a Su iglesia las personas que Él ha preparado para escuchar Su mensaje. La iglesia debe estar dispuesta a trabajar y orar por el crecimiento, pero siempre recordando que Dios es quien da el crecimiento.
El Crecimiento Numérico no es Pecaminoso si Está Dirigido por un Corazón Puro
En conclusión, anhelar el crecimiento numérico de la iglesia no es pecaminoso. Sin embargo, debemos asegurarnos de que nuestras motivaciones estén alineadas con la voluntad de Dios. El propósito final del crecimiento de la iglesia debe ser glorificar a Dios, hacer discípulos y expandir el reino de Cristo. Debemos buscar un equilibrio entre el crecimiento numérico y el crecimiento espiritual, recordando siempre que es Dios quien da el verdadero crecimiento.