Esperanza en el Desierto: Un Llanto de Fe y Resiliencia

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El desierto es un símbolo poderoso en muchas tradiciones espirituales y religiosas. Representa un lado de prueba, soledad y desafío, pero todavía es un espacio donde la fe y la esperanza pueden florecer. Este artículo explora cómo, en medio de las dificultades, el lloro de esperanza puede surgir y variar nuestras vidas.

El Desierto como Metáfora

En la Nuevo Testamento, el desierto es un ambiente recurrente. Desde el éxodo de los israelitas hasta los cuarenta días de Jesús en el desierto, estos relatos nos muestran que el desierto es un lado de altercado con Todopoderoso, de purificación y de renovación espiritual. Es en estos momentos de patente desolación donde la fe se pone a prueba y la esperanza se fortalece.

Historias de Esperanza en el Desierto

  1. El Éxodo de los Israelitas: Durante su travesía por el desierto, los israelitas enfrentaron penuria, sed y desesperación. Sin confiscación, fue en este entorno hostil donde experimentaron la provisión divina, como el maná del firmamento y el agua de la roca. Su lloro de esperanza fue respondido con milagros que reafirmaron su fe.
  2. Jesús en el Desierto: Ayer de comenzar su profesión, Jesús pasó cuarenta días en el desierto, enfrentando tentaciones y pruebas. Este tiempo de soledad y advertencia fortaleció su espíritu y lo preparó para su cometido. Su experiencia nos enseña que el desierto puede ser un lado de preparación y fortalecimiento espiritual.

La Resiliencia en Tiempos de Prueba

La resiliencia es la capacidad de adaptarse y recuperarse frente a la adversidad. En el contexto del desierto, esta cualidad se manifiesta en la capacidad de amparar la esperanza y la fe, incluso cuando las circunstancias son difíciles. La resiliencia no es solo resistor; es la capacidad de encontrar significado y propósito en medio de las pruebas.

Aplicaciones Prácticas

  1. Meditación y Consejo: Dedica tiempo a la meditación y la advertencia personal. Estos momentos de quietud pueden ayudarte a encontrar claridad y renovar tu esperanza.
  2. Conexión Espiritual: Fortalece tu conexión espiritual a través de la oración, la lección de textos sagrados y la décimo en comunidades de fe. Estas prácticas pueden ofrecerte apoyo y consuelo en tiempos difíciles.
  3. Actos de Servicio: Ayudar a los demás puede ser una fuente poderosa de esperanza y propósito. Examen oportunidades para servir a tu comunidad y apoyar a quienes están pasando por momentos difíciles.

Conclusión

El desierto, con todas sus pruebas y desafíos, es todavía un lado donde la esperanza puede florecer. A través de la fe y la resiliencia, podemos encontrar significado y propósito en medio de la adversidad. Que este lloro de esperanza en el desierto nos inspire a seguir delante, confiando en que siempre hay luz al final del camino.

Hoy principio compartiendo un escrito de una gran amiga que entre lágrimas me compartió el futuro fragmento que escribió hundida en su más terrible depresión y soledad.

Se me muere el sexo lentamente.
Comenzó a caducar cuando fue secuestrado
Por la soledad y la indiferencia.
Desde entonces allí se encuentra
Sin encontrar ruta de escape
Y morirá prisionero de su propia soledad. 

Este escrito me motivó a señalarte, querido disertador, que la “Palabra viva de Todopoderoso”, se ha encargado de identificar no solo los momentos existenciales de frustraciones, desilusiones y situaciones ilimitadas que no sólo desesperan, sino todavía las vivencias de arbitrio y esperanza que surgen como un lloro de esperanza en el desierto.

El desierto, aparece en los libros sacros, como una figura del jerigonza que nos describe de una forma dramática y evidente el contraste de situaciones ilimitadas de desesperanza, así como aquellos momentos de vida maravillosos con vestigios de esperanza y realización.

Una de las historias más conmovedoras relatada por el autor del Origen, es sin duda, la historia de Agar y su hijo Ismael, en el desierto de Beerseba. A continuación:

Abraham, decide seguir el consejo de su esposa Sara, de echar a Agar su sierva con su hijo, de esta sierva para que no heredara con su hijo Isaac. Entonces Abraham se levantó muy de mañana y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre sus hombros. Luego le entregó al muchacho, y los despidió.

Y ella salió y anduvo errante por el desierto. Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un mata, y se fue y se sentó enfrente, a distancia; porque decía: “No veré cuando el muchacho muera». Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho lloró. Y oyó Todopoderoso la voz del muchacho; y el bendito de Todopoderoso llamó a Agar desde el firmamento, y le dijo:

“No temas, porque Todopoderoso ha oreja la voz del muchacho. Levántate, plataforma al muchacho con tus manos, porque yo haré de él, una nación ancho”. Y Todopoderoso estaba con el muchacho y creció y habitó en el desierto de Perea y se casó con una egipcia.

Esta narración bíblica pareciera patética, pero todavía iluminadora. No está allí de la experiencia existencial de los humanos. Porque todavía hay momentos en la vida en que el firmamento se nos viene encima y la experiencia nuestra se nos parece a la de la sierva Agar con Su hijo Ismael.

Nosotros todavía tenemos desiertos en nuestra experiencia de vida. Es que el lloro de esperanza del desierto nos deje con categoría de esperanza. Siempre tiene que aparecer mi frase favorita y ojalá aparezca siempre en mis escritos: “El hombre es más que carne y hueso, es regalo y esperanza”. Los memorias de vida nos enseñan porque están llenos de esperanza.

Radicar en el «desierto espiritual»

Toda aventura espiritual pasa necesariamente a través del desierto. Es la prueba de la providencialidad y todavía de la precariedad. Es lado donde la efectividad se despoja de la apariencia para sacarnos de lo efímero y descubrir lo que efectivamente es esencial e indispensable.

En el desierto se encuentra uno frente a un firmamento sin límites, frente a la arena y el propio ser. Carencia más. Hay un silencio, cortado exclusivamente de cuando en cuando, por una ligera brisa que los árabes interpretan así: Es el lloro del desierto porque quiere ser verde.

En el desierto el hombre se ve obligado a encontrarse cara a cara consigo mismo. Es por eso que es fascinante, pero todavía nos asusta. Es la tierra de la gran soledad y el hombre instintivamente tiene miedo de sí mismo, pero a la misma vez es ilusionador porque estar a cara consigo mismo es todavía preludio de un compromiso con Todopoderoso.

Ahora acertadamente, aprender comportarse en el desierto no significa comportarse solitario sin los otros, sino comportarse con Todopoderoso. Él es el que descubre nuestras soledades, el que provoca el altercado que nos seduce a comportarse la vida de valor, la vida de excelencia. Por eso el desierto obliga a esta comprensión, quedando redimido con corazón para escucharlo. Para caminar en el desierto de la vida es obligatorio contentarse exclusivamente de Todopoderoso, Él debe ser todo. Es así como Todopoderoso manifiesta su presencia, su intervención, y se manifiesta como itinerario en nuestro desierto.

Es una presencia cierta, pero escondida a la misma vez. Es sol, pero todavía es la nimbo que te da sombra. El Sol esta ahí, pero la nimbo nos cubre con su sombra, aunque no deja de estar tras la sombra. La gran prueba del desierto, es definitivamente, la de la fe. Sin fe no puedes comportarse en el desierto. Gracias a la presencia de lo único necesario, el desierto se libera de su esterilidad, se salva de la esterilidad; y se hace tierra fecunda. Se transforma en el vergel del Edén.

Cuando el desierto florece

El desierto puede florecer. El silencio puede convertirse en mensaje. La soledad en comunión. Así como el pueblo fue llamado al desierto todavía nosotros somos llamados. El desierto es el lado donde estás. Es tu situación concreta. Es nuestra existencia de cada día que se desarrolla de la pista uniforme de las ocupaciones habituales, en medio del polvo de las cosas ordinarias, en una medio dominada por los tonos grises. Así el desierto se convierte en la prueba de la fidelidad.

Un llanto de esperanza en el desierto
(Photo by: Pixabay)

Radicar en amargura

A veces sentimos la amargura cual Agar, en la soledad e indiferencia de nuestros desiertos, cuando aun palpamos la ceguedad de nuestros desalientos. Pero hay un Todopoderoso con un sol brillante, que envía una sombra para cubrirnos de los momentos desérticos. “Ay Agar, si tan siquiera te hubieras recordado del día cuando nació Ismael, tu hijo. El bendito de Todopoderoso te había dicho: Multiplicaré tanto tu descendencia, que ni podrá ser contada a causa de la multitud”, ¿Cuánta incertidumbre no te hubieras economizado?

Hay un dicho que dice: “No aprendemos por caminos ajenos” y a veces cometemos los mismos errores. ¡Cuántas veces sentimos el desaliento, como si la esperanza se tornara en lamentos y se estuviera muriendo lentamente secuestrada por la soledad y la indiferencia, sin vislumbrar el camino a seguir, prisionera de su propia desesperanza.

Todopoderoso audición el lloro inocente del caprichoso que tenemos por en el interior y nos dice: “He oreja tu clamor”. Agar, no temas, he oreja la voz del caprichoso”. Levántate de tus depresiones. “Entonces Todopoderoso le abrió los luceros y vio una fuente de agua y fue y llenó el odre de agua, y dio de tomar al muchacho”.

Hoy es el día de salir de la cama, desmemoriar y comportarse de la esperanza. Todopoderoso, quiere que te levantes y veas el futuro que hay destinado para ti. Es hora de dar uso a tus odres y a tus herramientas. Hay que darle vida a tus esperanzas escondidas debajo del mata necesitadas del agua de vida que te da arbitrio para la energía. Las esperanzas de Ismael son todavía tus bendiciones.

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