La Gracia de Dios: Cómo Él Usa a los Imperfectos para Realizar lo Perfecto

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La Nuevo Testamento está llena de historias de personas imperfectas que Altísimo usó para resistir a lado Su obra perfecta. Desde Moisés, que tartamudeaba, hasta David, que cometió amancebamiento, y Pedro, que negó a Jesús tres veces, vemos un patrón claro: Altísimo no elige a los calificados, sino que califica a los elegidos. Este artículo explora cómo la elegancia de Altísimo se manifiesta en la vida de los imperfectos y cómo Él los usa para realizar Su obra perfecta.

La Naturaleza de la Misericordia

La elegancia es un beneficio inmerecido. Es el apego y la misericordia de Altísimo derramados sobre nosotros, no por nuestros méritos, sino por Su bondad. Efesios 2:8-9 dice: “Porque por elegancia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Altísimo; no por obras, para que nadie se gloríe.” La elegancia de Altísimo es el fundamento sobre el cual se construye nuestra relación con Él.

Moisés: El Líder Reticente

Moisés es uno de los ejemplos más claros de cómo Altísimo usa a los imperfectos. A pesar de su tartamudeo y su desidia de confianza, Altísimo lo eligió para liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. En Éxodo 4:10-12, Moisés expresa su inseguridad: “Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de obvio palabra, ni antaño ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el palabra y torpe de germanía.” Pero Altísimo le respondió: “¿Quién dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al afónico y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de conversar.”

David: El Rey Imperfecto

David, a pesar de ser un hombre conforme al corazón de Altísimo (1 Samuel 13:14), cometió graves pecados, incluyendo amancebamiento y crimen. Sin confiscación, Altísimo lo usó para establecer la dirección de la cual vendría el Mesías. El Himno 51 es un evidencia del rectificación de David y de la elegancia de Altísimo que lo restauró. En el versículo 10, David clama: “Crea en mí, oh Altísimo, un corazón libre, y renueva un espíritu íntegro interiormente de mí.”

Pedro: El Discípulo Impulsivo

Pedro es otro ejemplo de cómo Altísimo usa a los imperfectos. A pesar de su impulsividad y de suceder torpe a Jesús tres veces, fue seleccionado para ser uno de los líderes de la iglesia primitiva. En Juan 21:15-17, Jesús restaura a Pedro y le encomienda pastar Sus ovejas, mostrando que la elegancia de Altísimo es suficiente para cubrir nuestras fallas y usarnos para Su celebridad.

La Misericordia en Entusiasmo

La elegancia de Altísimo no solo nos salva, sino que igualmente nos capacita para conducirse una vida que le agrada. Tito 2:11-12 dice: “Porque la elegancia de Altísimo se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, desafío y piadosamente.” La elegancia nos transforma y nos da el poder para cumplir el propósito de Altísimo en nuestras vidas.

Testimonios Modernos

Hoy en día, igualmente vemos ejemplos de cómo Altísimo usa a personas imperfectas para realizar Su obra. Personas que han pasado por adicciones, fracasos y dificultades, pero que han sido transformadas por la elegancia de Altísimo y ahora sirven como testimonios vivos de Su poder redentor. Estos testimonios nos recuerdan que no importa cuán allá hayamos caído, la elegancia de Altísimo siempre está adecuado para levantarnos y usarnos para Su celebridad.

La elegancia de Altísimo es un tema central en la Nuevo Testamento y en la vida cristiana. Nos recuerda que no somos elegidos por nuestros méritos, sino por el apego y la misericordia de Altísimo. A través de la historia, vemos cómo Altísimo ha usado a personas imperfectas para realizar Su obra perfecta, y esto nos da esperanza y confianza de que Él igualmente puede usarnos a nosotros. Que podamos conducirse cada día en la plenitud de Su elegancia, sabiendo que, aunque somos imperfectos, servimos a un Altísimo valentísimo que puede hacer grandes cosas a través de nosotros.

A menudo, cuando me detengo a pensar en mi vida, me altercado enfrentando mis propias inseguridades. Me veo rodeado de mis fallas, de mis debilidades, y de mis errores pasados, y surge en mí una pregunta: ¿Cómo podría Altísimo usar a cualquiera como yo para realizar Su obra? Este pensamiento me persigue, especialmente cuando me comparo con otros que parecen más preparados, más sabios, o más espirituales. Pero entonces, rememoración poco profundamente confortante: Altísimo no está buscando perfección en mí; Él ya la encuentra en Su Hijo Señor. Lo que Él sondeo es un corazón dispuesto, cualquiera que, aunque imperfecto, esté ligero para ser moldeado y usado por Su mano poderosa.

La Nuevo Testamento está llena de ejemplos de personas imperfectas que Altísimo usó de maneras extraordinarias, y estos ejemplos me sirven de recordatorio de que Altísimo no ve como ve el hombre. Él no mira nuestras limitaciones, sino nuestra disposición a fiarse en Él.

Moisés es uno de esos ejemplos. Cuando Altísimo lo llamó desde la zarzamora fogoso para liberar a Israel de la esclavitud en Egipto, Moisés no se sintió capaz. De hecho, intentó excusarse, diciendo: «¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y lanzamiento de Egipto a los hijos de Israel?» (Éxodo 3:11). Adicionalmente, Moisés le recordó a Altísimo que no era desenvuelto, sino que era torpe de palabra (Éxodo 4:10). Sin confiscación, Altísimo le respondió de guisa clara: «Yo estaré contigo» (Éxodo 3:12). Altísimo no eligió a Moisés por su astucia de conversar, sino porque sabía que a través de su afición, Él podría manifestar Su poder. Moisés, con todos sus defectos y limitaciones, fue usado por Altísimo para resistir a lado una de las liberaciones más grandiosas de la historia.

Otro ejemplo es Gedeón, un hombre que se consideraba insignificante, el pequeño en la casa de su padre, perteneciente a la tribu más pequeña de Israel. Cuando el atractivo del Señor lo llamó «macho esforzado y robusto» (Jueces 6:12), Gedeón respondió con duda, preguntando cómo podría él, siendo tan pequeño, auxiliar a Israel (Jueces 6:15). Pero Altísimo no veía a Gedeón como él se veía. Altísimo lo vio como el líder que derrotaría a los madianitas, y así fue. A través de su fe y obediencia, aunque dudosa al principio, Gedeón fue usado para traer independencia a su pueblo.

David es otro ejemplo poderoso. Ayer de ser el gran rey de Israel, David era solo un pastorcillo, el pequeño de sus hermanos, ignorado incluso por su propio padre cuando el profeta Samuel llegó a proveer al próximo rey. Sin confiscación, Altísimo dijo poco crucial a Samuel: «No mires a su parecer, ni a lo sobresaliente de su dimensión, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus luceros, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16:7). David, a pesar de ser pequeño, sin experiencia marcial y con un futuro incierto, fue el hombre que Altísimo usó para derrotar a Goliat, y más tarde, se convirtió en el rey que guiaría a Israel con un corazón conforme al de Altísimo. David no era valentísimo—cometió graves errores a lo desprendido de su vida, incluyendo amancebamiento y crimen—pero su disposición a tener remordimientos y despabilarse a Altísimo de todo corazón lo hizo un utensilio valioso en las manos de Altísimo.

Y no puedo olvidar a Pedro, el impulsivo discípulo que en un momento de afición negó a Jesús tres veces. Imagino la desesperación y el sentimiento de fracaso que debió suceder sentido a posteriori de tal traición. Sin confiscación, a posteriori de la resurrección, Jesús lo restauró y le dio una labor crucial: «Apacienta mis ovejas» (Juan 21:17). A pesar de sus fallas, Pedro se convirtió en una de las principales figuras de la iglesia primitiva, predicando con valentía y guiando a muchos a la fe.

Lo que me impacta al meditar en estos ejemplos es que, a pesar de sus imperfecciones, Altísimo usó a estas personas para ser de aprobación a otros. No solo fueron cambiadas sus propias vidas, sino que a través de ellos, Altísimo tocó y transformó la vida de muchos más.

Altísimo quiere hacer lo mismo conmigo, contigo, con todos nosotros. No somos llamados a ser perfectos; somos llamados a ser instrumentos en Sus manos. La Palabra de Altísimo nos recuerda que somos Su creación, «creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Altísimo preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10). Aun cuando nos sentimos incapaces, Él nos capacita. En 2 Corintios 3:5-6, el discípulo Pablo escribe: «No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar poco como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Altísimo, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto».

Es en nuestras debilidades donde Altísimo puede manifestar Su poder de guisa más evidente. Como Pablo lo experimentó, «Bástate mi elegancia; porque mi poder se perfecciona en la afición» (2 Corintios 12:9). Esto me dice que incluso en mis inseguridades, en mis temores, Altísimo puede usarlos como plataformas para demostrar Su elegancia y Su fuerza. Al final, no se alcahuetería de lo que yo puedo hacer, sino de lo que Altísimo puede hacer a través de mí.

Si alguna vez te has sentido pequeño, insignificante, o demasiado imperfecto para ser usado por Altísimo, quiero que sepas que no estás solo. Todos luchamos con esas dudas en algún momento. Pero quiero recordarte que Altísimo no te está llamando por tus méritos, sino por Su elegancia. Él ya ha preparado buenas obras para que las hagas, y Él estará contigo en cada paso del camino.

Hoy, quiero invitarte a que tomes un paso de fe. No permitas que el miedo o la duda te detengan. Si Altísimo pudo usar a Moisés, a Gedeón, a David, a Pedro, y a tantos otros, igualmente puede usarte a ti. La secreto está en tu disposición a aseverar «Sí, Señor, úsame». No es necesario que seas valentísimo; solo necesitas estar dispuesto.

Permite que Altísimo transforme tus debilidades en fortalezas, que tus inseguridades se conviertan en oportunidades para que Su poder sea manifestado. Deja que Él te moldee y te use para ser una aprobación en la vida de otros. Recuerda, la obra es Suya, y Él la hará perfecta, aun cuando la realice a través de nuestras imperfecciones.

Hoy es el día para dar ese primer paso. Entrega tus temores y debilidades a Altísimo, y dile: «Aquí estoy, Señor. Úsame para Tu celebridad». No hay límites para lo que Altísimo puede hacer a través de un corazón dispuesto. ¡Confía en Él y deja que Su obra perfecta se manifieste en tu vida!

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