La Transformación del Corazón: El Nuevo Letrero del Joven Ciego

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La historia de la transformación del corazón es una de las más poderosas en la vida cristiana. Nos recuerda que, sin importar nuestras circunstancias, Jehová tiene el poder de cambiar nuestras vidas de maneras profundas y significativas. En esta ocasión, exploraremos la historia de un inexperto ciego que experimentó una transformación radical, no solo en su vida física, sino incluso en su corazón y espíritu.

El Tierno Ciego y su Mundo

Imagina un inexperto que nació ciego. Desde su infancia, su mundo estaba envuelto en oscuridad. No conocía los colores del amanecer, ni la belleza de las flores, ni los rostros de sus seres queridos. Su vida estaba llena de desafíos y limitaciones. Sin retención, este inexperto tenía un corazón saciado de esperanza y fe en Jehová.

El Discusión con Jesús

Un día, mientras el inexperto mendigaba en las calles, escuchó rumores sobre un hombre llamado Jesús, quien tenía el poder de cicatrizar a los enfermos y dar horizonte a los ciegos. La esperanza en su corazón se encendió como nunca ayer. Cuando Jesús pasó cerca de él, el inexperto clamó con todas sus fuerzas: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”

Jesús se detuvo y, con compasión en sus fanales, se acercó al inexperto. Tocó sus fanales y dijo: “Recibe tu horizonte; tu fe te ha sanado.” En ese instante, el inexperto abrió los fanales y vio por primera vez. La luz inundó su mundo y su corazón se llenó de obligación y asombro.

Un Nuevo Título

Posteriormente de su sanación, el inexperto decidió hacer poco extraordinario. En ocupación de simplemente disfrutar de su nueva horizonte, quiso compartir su evidencia con el mundo. Con la ayuda de amigos, creó un aviso que decía: “Ayer estaba ciego, pero ahora veo. Jesús me sanó.” Colocó el aviso en un ocupación visible para que todos pudieran leerlo y conocer el poder transformador de Jesús.

La Transformación del Corazón

La sanación física del inexperto fue solo el eclosión de su transformación. A medida que compartía su evidencia, su corazón incluso fue transformado. Comenzó a ver el mundo con nuevos fanales, no solo físicamente, sino espiritualmente. Su fe en Jehová se profundizó y su acto sexual por los demás creció.

El inexperto se convirtió en un testimonio viviente del acto sexual y el poder de Jehová. Su vida fue un evidencia constante de que, con fe, todo es posible. Su aviso no solo hablaba de su sanación física, sino incluso de la transformación de su corazón.

Reflexiones para Nuestra Vida

La historia del inexperto ciego nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas. ¿Cuántas veces hemos estado ciegos a las bendiciones y oportunidades que Jehová nos ofrece? ¿Cuántas veces hemos indispensable una transformación en nuestro corazón?

Jehová nos lumbre a cascar nuestros fanales espirituales y a permitir que Él transforme nuestro corazón. A través de la fe en Jesús, podemos estudiar una renovación profunda y duradera. Podemos dejar antes nuestras limitaciones y estar una vida llena de propósito y esperanza.

La transformación del corazón es un proceso continuo. Al igual que el inexperto ciego, estamos llamados a compartir nuestro evidencia y a ser luz en el mundo. Nuestro aviso puede no ser físico, pero nuestras acciones y palabras pueden reverberar el acto sexual y el poder de Jehová.

Que la historia del inexperto ciego nos inspire a inquirir una transformación en nuestras propias vidas y a ser testigos del acto sexual de Jehová en todo lo que hacemos. Recordemos siempre que, con fe, podemos ver más allá de nuestras limitaciones y estudiar la verdadera transformación del corazón.

Un jovencito ciego acostumbraba pedir limosnas a la entrada de un centro comercial. Todos los días se le podía ver ahí, con un pequeño sombreo que le servía para aceptar las monedas, y un cartel que decía: «Soy ciego. Por cortesía, regálame una auxilio». Así pasaban los días, hasta que ocurrió un hecho interesante.

Resulta que un hombre se le acercó y, posteriormente de echarle unas monedas, agarró el aviso y escribió unas palabras en la parte de antes. Luego lo colocó de modo que la concurrencia leyera el nuevo mensaje. Al poco rato el sombrero comenzó a hartarse de monedas con prontitud inusual.

Al final de la tarde el hombre que había escrito el nuevo mensaje regresó para ver qué tal iban las cosas. Entonces el inexperto ciego aprovechó para preguntarle.

—¿Qué hizo usted para que la concurrencia me diera más peculio?

—Solamente cambié el aviso que usas para pedir ayuda.

—¿Y qué escribió?

—Escribí: «Este es un hermoso día, pero yo no puedo verlo».

Uno y otro letreros pedían ayuda, pero el segundo tenía una pequeña y a la vez gran diferencia. Le recordaba a todos que tenían la oración de poder ver y que debían sentirse agradecidos por ello.

Entren por sus puertas con influencia de gracias; vengan a sus atrios con himnos de alabanza; denle gracias, alaben su nombre. —Cántico 100:4, NVI

Muchas veces nos levantamos y nos acostamos sin siquiera detenernos un segundo para devolver las miles de bendiciones que caen del bóveda celeste sobre nosostros. Poder escuchar la risa de nuestros niños, poder apreciar el olor de nuestra comida, contemplar el verdor de los árboles y el cerúleo del bóveda celeste.

Y es que a veces damos tanta atención a nuestros problemas o micción que no nos queda espacio para disfrutar las bondades que recibimos.

Haz una pausa hoy, y todos los días, para contemplar las cosas buenas que tienes a tu en torno a y dale gracias a Jehová por cada una de ellas, puedes hacerlo con una oración, con un canto, un poema, etc. Te darás cuenta que tenemos miles de razones por las cuáles estar felices y agradecidos.

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