Sara en la Biblia: Un Viaje de Fe y Promesas

0
15

La historia de Sara, la esposa de Abraham, es una de las narrativas más inspiradoras y significativas en la Sagrada Escritura. A través de su vida, vemos un delirio de fe, paciencia y la realización de promesas divinas. Sara, originalmente emplazamiento Sarai, es una figura central en el Antiguo Testamento y su historia está llena de lecciones valiosas para los creyentes de hoy.

Ingreso

Sara es mencionada por primera vez en el tomo de Comienzo. Su vida está entrelazada con la de su marido, Abraham, y juntos forman una pareja que Altísimo eligió para cumplir Su plan de redención. A pesar de enredar desafíos y pruebas, la fe de Sara en las promesas de Altísimo nunca vaciló. Este artículo explorará su vida, sus luchas y cómo su fe inquebrantable la llevó a convertirse en la raíz de naciones.

El Llamado de Altísimo

La historia de Sara comienza con el llamado de Altísimo a Abraham. En Comienzo 12:1-3, Altísimo le dice a Abraham que deje su tierra nativo y vaya a una tierra que Él le mostrará. Altísimo promete sacralizar a Abraham y hacer de él una gran nación. Sara, como su esposa, comparte este llamado y deja a espaldas su hogar en Ur de los caldeos para seguir a su marido en un delirio de fe en dirección a lo desconocido.

La Promesa de un Hijo

Una de las promesas más significativas que Altísimo le hace a Abraham es que tendrá un hijo, a pesar de que Sara es desinfectado y los dos son de permanencia vanguardia. En Comienzo 15:4-5, Altísimo le asegura a Abraham que su heredero será su propio hijo. Esta promesa es reiterada en Comienzo 17:15-16, donde Altísimo cambia el nombre de Sarai a Sara, que significa “princesa”, y promete que ella será raíz de naciones y reyes.

La Prueba de la Fe

A pesar de la promesa de Altísimo, Sara enfrenta abriles de demora y desesperanza. En Comienzo 16, en un momento de duda, Sara sugiere que Abraham tenga un hijo con su sierva Agar. Este acto resulta en el arranque de Ismael, pero no es el hijo de la promesa. La valentía de Sara refleja su lucha interna y su deseo de ver cumplida la promesa de Altísimo.

El Fenómeno del Origen de Isaac

Finalmente, en Comienzo 21:1-3, Altísimo cumple Su promesa y Sara da a luz a Isaac. Este evento es un evidencia del poder de Altísimo para cumplir Sus promesas, incluso cuando parecen imposibles desde una perspectiva humana. El arranque de Isaac no solo trae alegría a Sara y Abraham, sino que todavía reafirma la fidelidad de Altísimo.

Lecciones de Fe y Paciencia

La vida de Sara nos enseña varias lecciones importantes. Primero, su historia nos recuerda que la fe en Altísimo requiere paciencia. A pesar de los abriles de demora y las circunstancias aparentemente imposibles, Sara finalmente vio cumplida la promesa de Altísimo. Segundo, su vida muestra que Altísimo es fiel y cumple Sus promesas en Su tiempo consumado. La historia de Sara todavía nos enseña que incluso en momentos de duda y desesperación, Altísimo puede actuar milagros.

Sara en el Nuevo Testamento

El impacto de Sara no se limita al Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, ella es mencionada en Hebreos 11:11 como un ejemplo de fe. El autor de Hebreos destaca cómo, por la fe, Sara recibió la capacidad de concebir, a pesar de su vanguardia permanencia. Su inclusión en la “Muestra de la Fe” subraya su importancia como maniquí de fe y confianza en Altísimo.

La historia de Sara es un poderoso recordatorio de la fidelidad de Altísimo y la importancia de aguardar en Sus promesas. A través de su vida, vemos que la fe no siempre es practicable y que a veces implica esperar pacientemente en medio de la incertidumbre. Sin incautación, la vida de Sara todavía nos muestra que Altísimo es capaz de hacer lo increíble y cumplir Sus promesas de maneras que superan nuestra comprensión.

Sara, la matriarca de la fe, nos inspira a perseverar en nuestra propia fe y a aguardar en que Altísimo cumplirá Sus promesas en Su tiempo consumado. Su delirio de fe y promesas sigue siendo una fuente de esperanza y aliento para los creyentes de todas las generaciones.

Todavía le dijo Altísimo a Abraham: “A Sarai tu esposa, ya no la llamarás Sarai, sino que su nombre será Sara”. —Comienzo 17:15.

A pesar de los milagros que Altísimo realizó en su vida, Sara es uno de esos personajes bíblicos tan parecido a nosotros que hasta nos hace percibir aceptablemente.

Ella forma parte de aquel género de seres humanos que intentamos hacer las cosas como Altísimo manda, obedecemos algunas de sus órdenes, somos sumisos en algunas ocasiones, disfrutamos de su poder en algunos momentos; pero que nos reímos (en secreto o no tanto) en ciertas circunstancias, no creemos en sus promesas cuando nos parecen fuera de nuestro inteligencia, intentamos ayudarlo cuando creemos que su poder es ilimitado para todo, menos para nuestro caso.

Seguramente, como buena esposa, la influencia de Sara sobre Abraham debió de acaecer sido egregio. Por más que ella lo acompañó en su salida de Ur, por más que compartió la mentira en Egipto, todavía fue ella quien lo convenció para que tomara a Agar como su esposa, a fin de conseguir tener el hijo de la promesa.

Imagino que cuando aquel pequeño fenómeno en forma de bebé, llamado Isaac, ocupó su antiguo seno desinfectado, se llenó de fe en el Señor. Una fe muy similar a la que nosotros sentimos cuando el mensaje nos toca en una Semana de Oración, o en una situación peculiar desde el punto de clarividencia espiritual, que nos produce fuertes emociones.

¿Notas las semejanzas? Momentos de profunda fe. Y momentos de mentira. Una vida espiritual hecha de momentos, de “a veces”. A veces muy aceptablemente, a veces no tan aceptablemente. Y a veces muy mal. Sí, Sara se parece mucho a nosotros.

Quizá, lo más importante de la caminata espiritual que la vida de Sara nos enseña es que, a pesar de los altibajos, a pesar de la poca estabilidad espiritual, a pesar de todos los pesares, Altísimo nos mira con aquellos fanales que brillan por la luz de una suave sonrisa dibujada en los labios, y con la misma voz que hace miles de abriles le anunció a Abraham.

Y hoy nos dice: “Ustedes dejen de ser lo que son porque los voy a elaborar en príncipes y en princesas, que serán partícipes de las mayores bendiciones, de los mayores milagros. Príncipes y princesas de un Reino de simpatía, con inteligencia infinito y celestial”.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí