Señor, Ayúdame en Mi Incredulidad: Encontrando Fe en Medio de la Duda

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La fe es un pilar fundamental en la vida cristiana, pero incluso los creyentes más devotos pueden enredar momentos de duda. La frase “Señor, ayúdame en mi incredulidad” proviene de Marcos 9:24, donde un padre desesperado averiguación la ayuda de Jesús para restablecer a su hijo. Este clamor sincero refleja una lucha interna que muchos de nosotros enfrentamos: la batalla entre la fe y la duda. En este artículo, exploraremos cómo podemos encontrar y vigorizar nuestra fe en medio de la incredulidad.

La Naturaleza de la Duda

La duda no es un signo de afición espiritual, sino una parte natural del delirio de fe. Todos enfrentamos preguntas y momentos de incertidumbre. La duda puede surgir de diversas fuentes: experiencias dolorosas, desidia de respuestas claras, o incluso el simple hecho de morar en un mundo realizado de incertidumbres. Es importante explorar que la duda puede ser una oportunidad para profundizar nuestra fe y averiguar una relación más íntima con Jehová.

Ejemplos Bíblicos de Duda

La Sagrada Escritura está llena de ejemplos de personajes que enfrentaron dudas. Tomás, uno de los discípulos de Jesús, es conocido por su incredulidad luego de la resurrección de Cristo (Juan 20:24-29). Sin requisa, Jesús no lo rechazó; en cambio, le ofreció pruebas tangibles de su resurrección. Otro ejemplo es el profeta Elías, quien, luego de una gran trofeo sobre los profetas de Baal, cayó en una profunda desesperación y duda (1 Reyes 19). Jehová respondió a Elías con compasión y le proporcionó el alivio y la renovación que necesitaba.

La Respuesta de Jehová a Nuestra Incredulidad

Jehová no nos abandona en nuestros momentos de duda. En sitio de eso, nos invita a acercarnos a Él con nuestras preguntas y preocupaciones. En Santiago 1:5, se nos anima a pedir cautela a Jehová, quien da desinteresadamente a todos sin reproche. La oración es una aparejo poderosa para enredar la incredulidad. A través de la oración, podemos expresar nuestras dudas y pedir la ayuda de Jehová para vigorizar nuestra fe.

Prácticas para Blindar la Fe

  1. Recitación y Meditación de la Sagrada Escritura: La Palabra de Jehová es una fuente inagotable de cautela y consuelo. Acaecer tiempo en las Escrituras nos ayuda a memorar las promesas de Jehová y su fidelidad a lo dispendioso de la historia.
  2. Oración: La comunicación constante con Jehová nos permite arrostrar nuestras preocupaciones y dudas frente a Él. La oración nos ayuda a perseverar una relación cercana con nuestro Hacedor.
  3. Comunidad: Rodearse de otros creyentes puede ser una fuente de gran aliento. Compartir nuestras luchas y escuchar las experiencias de otros puede vigorizar nuestra fe y recordarnos que no estamos solos.
  4. Servicio: Participar en actos de servicio nos permite ver a Jehová en batalla y padecer su bienquerencia de forma tangible. El servicio nos ayuda a enfocarnos en las deposición de los demás y a fiarse en la provisión de Jehová.
  5. Advertencia y Devolución: Tomarse el tiempo para reflexionar sobre las bendiciones y las respuestas a la oración puede vigorizar nuestra fe. La reconocimiento nos ayuda a memorar la bondad de Jehová y su fidelidad en el pasado.

Testimonios de Fe en Medio de la Duda

Los testimonios de otros creyentes que han enfrentado y superado la duda pueden ser una fuente poderosa de inspiración. Historias de personas que han opuesto a Jehová en medio de sus luchas nos recuerdan que la incredulidad no es el final de nuestro delirio de fe, sino una parte del proceso de crecimiento espiritual.

La frase “Señor, ayúdame en mi incredulidad” es un recordatorio de que la fe y la duda pueden coexistir. En sitio de ver la duda como un obstáculo insuperable, podemos verla como una oportunidad para profundizar nuestra relación con Jehová. Al averiguar su ayuda y fiarse en su fidelidad, podemos encontrar una fe más resistente y resiliente. Que este artículo sea una timonel y un aliento para todos aquellos que buscan encontrar fe en medio de la duda.

La incredulidad es un pecado que de una forma u otra está presente en nosotros. Muchas veces nubla nuestro corazón o se asoma en medio de nuestro hacer en fe.

Como cuando Pedro caminó sobre las aguas en fe, pero la incredulidad se asomó y comenzó a hundirse (Mt 14:29-31). O como Tomás, quien en incredulidad dijo que no creería hasta que viera a Jesús y pusiera sus dedos en Sus llagas; pero quien, aun en medio de su incredulidad, tuvo fe y se quedó con los discípulos ocho días más hasta que Jesús volvió a aparecer (Jn 20:24-28).

Aunque la incredulidad sea popular y se presente asimismo en medio de la vida en fe, no debemos perder de pinta lo dañina que puede ser y hasta qué punto puede llevarnos. Esto nos advierte la Escritura: «Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Jehová vivo» (He 3:12).

La incredulidad que se asienta en el corazón puede llevarnos a apartarnos del Jehová vivo, y eso no es poca cosa. Así que, necesitamos pasar a Cristo para que nos ayude en medio de nuestra incredulidad, como hizo un padre que se encontró con Jesús.

“Creo, ayúdame en mi incredulidad”

Marcos nos presenta la secuencia de un padre desesperado por su hijo, el cual había sido poseído por un espíritu (9:14-29). Este padre recurrió a los discípulos de Jesús esperando que lo sanaran, pero estos no pudieron hacer ausencia. Cuando ellos fallaron y no parecía acontecer ausencia más que hacer, intervino Jesús.

La vida de fe no tiene como objetivo que Jehová nos conceda lo que queramos, sino creer en Su carácter, Sus promesas y la manifestación de Su voluntad

Este padre había exhausto sus opciones y le quedaba solo un hombre a quien acogerse, sobre el cual seguramente había escuchado grandes cosas, pero a pesar de esto todavía la fe no había conquistado su corazón. Su incredulidad no se hizo esperar; él dijo: «Si Tú puedes hacer poco, ten misericordia de nosotros y ayúdanos» (Mr 9:22). Tenía la esperanza de que Jesús hiciera poco por su hijo, pero en su corazón escuchaba otras voces que lo hacían dudar en cuanto a si este Jesús en realidad tenía el poder para sanarlo.

¿Cuántas veces nuestras oraciones tienen ese mismo tono de incredulidad? Luego de acontecer decidido escuchar cualquier voz que nos aparta de Jesús, cuando al fin nos damos cuenta de que hemos estado envueltos en la mentira, deseamos pasar a Él, pero en nuestro interior todavía está implícito la incredulidad. Solemos poner todo en tela de cordura al aseverar: «Quizás Jehová pueda hacer poco» o «Quizás Él pueda perdonarme».

De forma similar, este hombre estaba lidiando con la incredulidad, pero Jesús le rebate con toda Su autoridad y poder: «¿Cómo “si Tú puedes”?… Todas las cosas son posibles para el que cree» (Mr 9:23). Entonces el padre se dió cuenta de que Jesús es mucho más de lo que había pensado. Su poder era veterano del que había imaginado y Su paraíso mucho más irradiante que las tinieblas que habían envuelto a su hijo por abriles. En ese momento creyó: «El padre del muchacho gritó y dijo: “Creo; ayúdame en mi incredulidad”» (Mr 9:24).

La presencia de la fe en un momento determinado no erradica la incredulidad por completo. Jesús debe guatar esos vacíos de confianza en el corazón

Este padre había entendido poco importante: la presencia de la fe en un momento determinado no erradica la incredulidad por completo. Jesús debe guatar esos vacíos de confianza en el corazón. El clamor de este hombre a Jesús era la evidencia de su carencia.

La fe de este padre en medio de la incredulidad, iluminada por su clamor a Cristo para que supliera la fe que le faltaba, resultó en el prodigio que había esperado por consiguiente tiempo. Al fin su hijo fue libre por el poder de Aquel que tiene toda autoridad sobre principados y potestades. El poder de Aquel que sustenta todo con Su Palabra. El poder que lo sostuvo en la cruz e hizo que la homicidio misma se postrara delante de Él (Col 1:13-20).

La fe de este hombre terminó en la permiso de su hijo, pero esto no es lo que ocurre siempre con cada persona y cada circunstancia. No debemos deletrear esta historia concluyendo que nuestra fe nos dará automáticamente lo que queremos. El enfoque de este relato está en el autor mismo de esta fe, Jesús, y no en la permiso del muchacho espantoso.

Un enfoque correcto

La vida de fe no tiene como objetivo que Jehová nos conceda lo que queramos, sino creer en Su carácter, Sus promesas y la manifestación de Su voluntad, que siempre es buena, aceptable y perfecta (Ro 12:1-2). Una vida de fe en la persona de Jesús nos lleva a creer y fiarse en Él y no en las mentiras que llegan a nuestra mente. Nos lleva a hablarnos a nosotros mismos para arrostrar nuestras mentes y corazones débiles al sitio en el que deben estar, porque por fe sabemos que no hay sitio más seguro ni nadie más que nos pueda sustentar que Él.

En medio de la incredulidad de nuestros corazones, corramos a Jesús y clamemos las mismas palabras del padre del relato: «Creo, ayúdame en mi incredulidad».

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