Tres Deseos Después de Morir: Reflexiones Cristianas sobre la Eternidad y la Vida Eterna

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La vida es breve y, en su paso por este mundo, todos nos enfrentamos a la inevitable realidad de la muerte. Como cristianos, entendemos que la muerte no es el final, sino el comienzo de la eternidad. Las Escrituras nos enseñan que hay una vida después de la muerte, una vida eterna, y es en este contexto donde nuestras decisiones, acciones y deseos cobran un gran significado.

Imaginemos por un momento que tuviéramos la oportunidad de tener tres deseos, no para este mundo, sino para lo que sucederá después de nuestra vida en la tierra. ¿Qué desearíamos? ¿Qué es lo que más importa en la eternidad? Este artículo explora tres deseos profundos basados en la fe cristiana, que pueden ayudarnos a reflexionar sobre el destino eterno que nos espera, y cómo vivir sabiamente mientras estamos aquí.

Primer Deseo: «Quiero estar con Cristo para siempre»

La Promesa de la Vida Eterna con Cristo

El primer deseo que muchos de nosotros tendríamos es el de estar con Cristo para siempre. En Filipenses 1:23, el apóstol Pablo expresa el anhelo profundo de vivir con Cristo, diciendo: «Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor.» Esta declaración refleja el deseo más íntimo de todo creyente: estar en la presencia de nuestro Salvador.

La vida eterna con Cristo es una promesa que nos da consuelo y esperanza en medio de las dificultades de la vida. Sabemos que, si hemos puesto nuestra fe en Jesús, la muerte no tiene la última palabra. En Juan 14:3, Jesús nos dice: «Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.»

Vivir con la Esperanza de la Eternidad

El cristiano tiene la seguridad de que, después de la muerte, habrá una reunión eterna con Cristo. Este deseo de estar con Él no solo nos da esperanza, sino también la motivación para vivir de acuerdo con los principios de Dios. A medida que anhelamos la eternidad con Él, nuestra vida en la tierra debe reflejar esa esperanza, buscando la santidad y la obediencia.

El evangelio nos llama a vivir con esperanza en la eternidad, a mirar más allá de las preocupaciones temporales y a establecer nuestras prioridades en lo que realmente importa para Dios. Esto nos impulsa a vivir con propósito y a enfocarnos en lo que realmente tiene valor eterno.

Segundo Deseo: «Quiero que mi vida haya tenido un impacto eterno»

Vivir con Propósito: Sembrando para la Eternidad

El segundo deseo que muchos cristianos podrían tener es el de tener una vida que deje una huella eterna. En 2 Corintios 5:10, Pablo nos recuerda que «todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o sea malo.» Esta enseñanza nos llama a vivir cada día con propósito, sabiendo que nuestras acciones tienen consecuencias eternas.

El deseo de tener un impacto eterno se relaciona con el anhelo de hacer la voluntad de Dios mientras estamos aquí. Esto puede incluir compadecerse de los necesitados, predicar el evangelio, servir en la iglesia o simplemente vivir una vida que refleje el amor y la gracia de Dios.

El Impacto de las Buenas Obras

En Efesios 2:10, se nos dice que «somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» No se trata solo de grandes gestas, sino de las pequeñas decisiones diarias que construyen el reino de Dios en la tierra. Cuando vivimos con la perspectiva de impactar vidas eternamente, cada acción tiene un significado.

El deseo de hacer el bien y vivir para Cristo no es solo una tarea, sino una bendición que refleja la naturaleza del amor de Dios. A medida que buscamos influir positivamente en los demás, estamos participando en algo que trasciende esta vida y tiene una recompensa eterna.

Tercer Deseo: «Quiero que todos conozcan a Jesús»

La Gran Comisión: Compartir el Evangelio

El tercer deseo sería el de compartir el mensaje de salvación con el mayor número de personas posible. Jesús nos dio la Gran Comisión en Mateo 28:19-20 cuando dijo: «Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.» Este mandato no es solo para los pastores o los líderes de iglesia, sino para cada creyente.

El deseo de que todos lleguen a conocer a Jesús es el anhelo de ver el reino de Dios expandirse. A través de la predicación del evangelio, las vidas pueden ser transformadas y alcanzadas para Cristo, garantizando que, en la vida eterna, no estemos solos, sino rodeados de aquellos a quienes hemos podido compartir el mensaje de esperanza.

Vivir Como Testigos de Cristo

Cuando vivimos con el deseo de que otros conozcan a Jesús, nuestras vidas se convierten en un testimonio. A menudo, las palabras son necesarias, pero más allá de las palabras, nuestras acciones diarias deben reflejar la verdad del evangelio. Al mostrar a Cristo a través de nuestro amor, perdón y compasión, invitamos a otros a unirse a la familia de Dios.

El cristiano debe ser luz en medio de la oscuridad, y la evangelización no es solo una actividad programada, sino un estilo de vida. Cada encuentro es una oportunidad para mostrar el amor de Cristo y compartir las buenas nuevas de la salvación.

La Eternidad: Más Allá de los Tres Deseos

La vida eterna es un regalo maravilloso, pero también es un llamado a vivir intencionalmente en la tierra. Cuando reflexionamos sobre nuestros deseos para después de la muerte, podemos recordar que, aunque estamos esperando la gloriosa eternidad con Cristo, nuestra vida en la tierra tiene un propósito eterno.

El deseo de estar con Cristo, de impactar vidas eternamente, y de llevar el evangelio al mundo nos invita a vivir con valentía, esperanza y pasión. Y lo más importante, todo esto se hace posible solo a través de la gracia de Dios y el poder transformador del Espíritu Santo.

Vivir con la Visión de la Eternidad

Los tres deseos que hemos explorado hoy son más que simples anhelos; son principios que deben guiar nuestra vida en Cristo. Como cristianos, estamos llamados a vivir con la perspectiva de la eternidad, sabiendo que nuestras decisiones aquí afectan nuestro destino eterno y el de aquellos a nuestro alrededor.

Al enfocarnos en estar con Cristo, hacer el bien en Su nombre y compartir el evangelio, encontramos el verdadero propósito de nuestras vidas. Al final, cuando lleguemos a la presencia de nuestro Salvador, podremos decir con confianza que nuestra vida ha sido un reflejo de su amor y su gracia.

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